En la escena final de la película Notting Hill, Bella, la chica en silla de ruedas a la que interpreta Gina McKee, afirma ser una periodista que trabaja en un reportaje sobre los accesos de los hoteles de Londres a gente con discapacidad. Al recepcionista se le abren mucho los ojos y comparte inmediatamente la información que inicialmente se había negado a dar. Esta escena ofrece una crítica aguda y precisa de los problemas de accesibilidad en muchos edificios y establecimientos públicos, incluso en los países más desarrollados.
La accesibilidad universal es aquella condición que deben cumplir los entornos, procesos, bienes, productos y servicios para que todas las personas puedan participar de manera autónoma y con las mismas oportunidades. Un camino lleno de desafíos y al mismo tiempo posibilidades que, a la hora de la verdad, nos beneficia a todos.
En 2003, el prestigioso arquitecto estadounidense Michael Graves padeció una infección vírica en la médula espinal que lo postró en silla de ruedas y amenazó su vida. Hasta su muerte en 2015, Graves hizo suyo un concepto de arquitectura inclusiva que entendía el diseño personalizado como la herramienta crucial para adaptar espacios, mobiliario y objetos a las necesidades de las personas con movilidad reducida: “Le pedí a mi equipo de diseño que pasara una semana en silla de ruedas”. Un enfoque inclusivo que cobra un nuevo impulso en nuestros días.
Diseñar y construir con el objetivo de eliminar las barreras de acceso
Recientemente, el Real Instituto de Arquitectos Británicos (RIBA, en sus siglas en inglés), ha publicado una serie de directrices para garantizar que la accesibilidad y la inclusión forman parte de cada etapa del proceso de diseño y construcción de un edificio. La premisa es diseñar teniendo en cuenta la diversidad humana, con el objetivo de eliminar las barreras de acceso a lugares donde las personas trabajan y viven.
Según Fazilet Hadi, directora de políticas de ‘Disability Righs UK’, “las personas con discapacidad representan más del 20% de la población y es esencial que viviendas, edificios y comercios se diseñen pensando en nosotros”. Demasiadas personas con necesidades adicionales de salud residen en viviendas inadecuadas, lo que afecta a su capacidad de vivir de forma autónoma e independiente.
Las directrices de RIBA no son la primera legislación al respecto en el ámbito anglosajón. La Ley de Estadounidenses con Discapacidades (ADA) se aprobó en 1990, y estableció un estándar no solo para el país sino también para el resto del mundo. Se fundamentaba en un principio simple: cualquier lugar público debe albergar a cualquier persona que quiera ir allí. Donde había una escalera, debía haber también una rampa o un ascensor.
Convertir las necesidades en fuente de inspiración
Un enfoque verdaderamente inclusivo de la arquitectura y la construcción debe considerar las necesidades específicas de los usuarios en diferentes contextos. Las personas en silla de ruedas asumen constantes frustraciones al no poder desenvolverse como deberían en sus hogares y centros de trabajo, pero también en la calle, en edificios públicos o en establecimientos comerciales.
Y cuando las legislaciones tratan de imponerse, el resultado a veces es un parche que no hace sino mostrar la incomodidad de una obligación. Una rampa cumple su función, pero se presenta como una hendidura en una estructura limpia y plana, algo irregular que no termina de encajar.
Muchas de las demandas de las personas en sillas de ruedas se consideran directamente obstáculos, y el objetivo debería ser que tanto arquitectos como diseñadores las utilizaran como fuente de inspiración. Como en el caso de Michael Graves, se trata de comprender y abrazar las necesidades de todo el mundo, incluso aquellas más específicas, a través de un diseño cada vez más personalizado en el que puedan sentirse incluidos todos los colectivos afectados.
Es plausible pensar que todos nos beneficiaríamos de un hábitat mejor construido, no solo las personas con alguna discapacidad, o mayores o enfermos. “Creo que los lugares y objetos bien diseñados pueden mejorar la curación, mientras que un diseño deficiente puede inhibirla”, señalaba Graves. Hacen falta edificios, habitaciones y objetos fáciles de usar y comprender. Esto se entiende mucho mejor si se diseña desde la sensibilidad y se aplica la empatía a la hora de transformar la accesibilidad de los espacios.
Soluciones ergonómicas con un enfoque holístico
Una casa diseñada para ocupantes en silla de ruedas debe prescindir de las escaleras. Los pasillos tienen que ser anchos para permitir su paso, y se debe poder acceder y moverse sin problema en los cuartos de baño y la ducha. Las ventanas tienen que estar situadas más abajo de la medida estándar para permitir siempre vistas a la calle. Las puertas ideales se deslizan para abrir y cerrar.
Las paredes necesitan protección para los roces con las sillas. Los electrodomésticos deben estar situados donde se puedan manejar, y las mesas deberían tener una altura mínima de 70 cm: suficiente para que quepa una silla de ruedas, y además cualquier persona pueda cruzar cómodamente las piernas bajo ella.
Cuando un arquitecto trabaja directamente con el individuo y su familia, se pueden adoptar soluciones ergonómicas y dar un enfoque holístico que tenga en cuenta las realidades cotidianas de estas personas. Este enfoque puede trasladarse al diseño de oficinas y centros de trabajo, donde el desafío va más allá de colocar rampas y ascensores.
Supone plantear pasillos suficientemente amplios, con abundante espacio de circulación, eliminar barreras en pro de rampas suaves, o emplazar escritorios con altura ajustable en salas que rebosen de luz natural. Las plazas de parking serían lo suficientemente anchas, permitiendo acceder al vehículo con comodidad a sus conductores, usen o no silla de ruedas. En pocas palabras, una planificación inclusiva y cuidadosa de espacios y objetos, que de nuevo revertiría en beneficio para todos los usuarios.
Ciudades cada vez más accesibles
Las ciudades también han decidido mejorar su accesibilidad para convertirse en destinos cada vez más inclusivos. Un estudio de Visualfy sitúa a España como uno de los países más accesibles para personas con discapacidad, destacando 5 ciudades como exponentes de esta preocupación. Entre ellas, Granada es la que está apostando más fuerte por convertirse en referente del turismo accesible.
Ya en 1996, la ciudad andaluza lanzó una ordenanza municipal para la Accesibilidad y la Eliminación de Barreras Arquitectónicas, Urbanísticas, del Transporte y de la Comunicación, y recientemente ha puesto en marcha un proyecto para crear el primer sello propio en accesibilidad universal de una institución pública en España, para el que ha contado con profesionales, expertos, investigadores y usuarios con las diferentes tipologías de discapacidad para validar los cuestionarios y fichas elaboradas.
¿Y todo esto se puede asumir económicamente? Pues, como dijo el arquitecto catalán Enrique Rovira-Beleta, especializado en ‘accesibilidad desapercibida’, “es falso que diseñar espacios habilitados encarezca los proyectos. Yo doy clases de arquitectura y explico a los alumnos cómo resolver la accesibilidad de los baños en cuatro metros cuadrados. Luego, está el problema de que te cataloguen como el tercer sexo”. Ya se sabe: está el aseo de hombres, el de mujeres y otro para personas de movilidad reducida. ¿Por qué no hacer tanto uno como el otro adaptado para todos? “Es más difícil convencer a la gente sobre cosas sencillas que llevarlas a cabo”.