El Begich Towers Condominium (BTC), ubicado en la remota ciudad de Whittier, en Alaska, ejemplifica la arquitectura integrada en su forma más extrema: toda una comunidad vive, trabaja y disfruta su ocio dentro de un solo edificio. Los lugareños se refieren cariñosamente a él simplemente como «El Edificio».
Además de como un fascinante caso de estudio, el BTC sirve de laboratorio viviente para explorar cómo la arquitectura puede adaptarse a entornos hostiles, mejorar la eficiencia energética y fomentar la cohesión social.
Begich Towers, un refugio en Alaska
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Whittier es una pequeña ciudad situada en Prince William Sound, en una parte remota del golfo de Alaska accesible principalmente por mar o túnel ferroviario. Con una población de alrededor de 200 habitantes, la ciudad soporta condiciones climáticas extremas, caracterizadas por fuertes vientos y copiosas nevadas.
Construido en 1957, el edificio Begich Towers fue originalmente como una estructura militar conocida como el Edificio Hodge durante la Guerra Fría. Más tarde se convirtió en un complejo residencial para la comunidad local. El edificio pasó a llamarse Begich Towers en homenaje a Nick Begich, un político estadounidense que fue congresista por Alaska en su Cámara de Representantes.
Begich desapareció misteriosamente en 1972 durante un vuelo entre Anchorage y Juneau, y después de una extensa pero infructuosa búsqueda, fue declarado fallecido. El cambio de nombre honra sus contribuciones políticas y su compromiso con el desarrollo de Alaska.
Arquitectura y organización interna
Este edificio de 14 plantas acoge ahora a casi toda la población local mediante la combinación de una mezcla diversa de funciones públicas y privadas. El Begich Towers comprende 196 unidades de vivienda de diferentes tamaños, incluidos apartamentos de una, dos y tres habitaciones. También alberga las oficinas municipales de Whittier, lo que agiliza la administración de la ciudad. Además, el edificio alberga el departamento de policía local y una clínica, para garantizar el acceso inmediato a la seguridad y la atención médica.
Para la comodidad diaria, el edificio ofrece servicios como una oficina de correos, una tienda de comestibles y una lavandería. Las necesidades espirituales las aborda una pequeña iglesia baptista, y para los visitantes y turistas, dos pisos están dedicados a un bed & breakfast, lo que mejora el papel del edificio como centro comunitario.
El edificio también alberga una sala de conferencias para reuniones y eventos, promoviendo la cohesión entre los residentes. Un túnel peatonal conecta Begich Towers con la escuela local, lo que permite a los estudiantes asistir a clases independientemente de las condiciones meteorológicas.
Construido en hormigón armado, el edificio está diseñado para resistir las condiciones ambientales extremas de la región. Los espacios interiores conectan entre sí mediante pasillos cubiertos y climatizados, lo que garantiza que los residentes puedan moverse cómodamente por todo el edificio sin exponerse al duro clima exterior.
Las ventajas de los edificios «autosuficientes»
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Begich Towers es un excelente ejemplo de un edificio autosuficiente, una tipología arquitectónica que está ganando cada vez más atención en medio de desafíos globales como el cambio climático y la urbanización. Sin embargo, este concepto no es del todo nuevo. Un precedente bien conocido es la Unité d’Habitation de Le Corbusier, construida entre 1947 y 1952 en Marsella, Francia. Este innovador proyecto, concebido durante la era de la ciudad vertical, fue un complejo residencial multifuncional diseñado para albergar a aproximadamente 1.600 personas que integraba servicios como tiendas, oficinas, un gimnasio, una piscina, una escuela y espacios recreativos.
Estos ejemplos proporcionan lecciones valiosas para los arquitectos y constructores de hoy. Los edificios autosuficientes ofrecen numerosos beneficios, entre los que destaca la reducción de la huella ecológica. Al concentrar los recursos, estas estructuras ayudan a reducir el consumo de energía y disminuyen las emisiones de gases de efecto invernadero.
Además, están diseñados para adaptarse a los desafíos climáticos futuros y servir como modelos de resiliencia comunitaria, creando espacios que fomentan la cohesión social y brindan acceso a recursos esenciales.
Los desafíos y riesgos de una comunidad vertical
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Es esencial tener en cuenta los desafíos inherentes a este tipo de construcciones, como lograr un equilibrio entre el aislamiento efectivo y el acceso a los espacios abiertos. Los arquitectos deben diseñar edificios urbanos teniendo en cuenta la flexibilidad, creando estructuras que puedan adaptarse a las necesidades cambiantes con el tiempo. Además, una evaluación cuidadosa de la centralización de funciones es crucial para evitar la creación de vulnerabilidades.